jueves, 15 de octubre de 2009

LITERATURA DRAMATICA INFANTIL..





Los titeres y la literatura..


Los testimonios de este arte, antiguo como el mundo, abundan. No así los textos concebidos para ese espectáculo, porque la importancia del guión ha tenido un espacio restringido en un teatro básicamente popular abierto a la improvisación, pariente de la Comedia del Arte, destinado más a ser presenciado con participación que a ser escuchado con atención. Muchos de sus textos no se conservan, entre otras razones, porque la manifestación culta de este teatro aparece de forma esporádica y los textos son guiones un tanto elásticos que se adaptan a las circunstancias de cada representación, sin un respeto escrupuloso al diálogo dramático escrito. Proliferan los argumentos en grandes líneas y los personajes arquetípicos que las compañías van consolidando en su quehacer cuya transmisión es sobre todo oral. Otros argumentos y tienen una vida efímera y con frecuencia nacen y mueren en el proceso y final de cada espectáculo. Efectivamente, el número de textos es tan escaso y esporádico que casi no permite hablar de un género específico.

Así pues la literatura es escasa, pero no inexistente puesto que tenemos algunos textos populares y cultos según desarrollaremos, entre los que se cuentan los famosos sainetes de La Tía Norica en Cádiz, el pícaro guiñol creado por García Lorca para en su Retablillo de don Cristóbal o la inquietante pieza de Jacinto Grau El señor de Pigmalión. Y sobre todo, de la vertiente popular, de la que se han nutrido y alimentan sin pausa los propios titiriteros para sus espectáculos, nos queda la memoria de personajes hispánicos célebres, presentes en todas las geografías, de los que cabe citar, por ejemplo, a: «Currito», «Cristobica», «Pinocho», «Chapete», «Pelegrín», «Chacolí»..., aunque nos queden muy pocos documentos textuales.

Estas carencias textuales no han sido óbice para el desarrollo del teatro de títeres, del que se constata en todo el mundo una arraigada tradición llena de enorme riqueza y variedad. También en España tiene una antigüedad secular y un público popular fiel: el divertido episodio del Retablo de Maese Pedro de El Quijote cervantino, para el que en 1923 hizo una versión Manuel de Falla, ya revela un arte muy maduro, popular y culto a la vez. A su vez, el mundo de las marionetas ha sido también una referencia de suma importancia para las vanguardias estéticas del siglo XX. Atrajo poderosamente a la vanguardia española de los dinámicos años veinte y treinta, que buscó en este género un microcosmos artístico genuinamente popular no contaminado por el conformismo y la acomodación que dominaba el teatro burgués: Valle Inclán, Manuel de Falla, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Salvador Bartolossi, Rivas Cheriff, Jacinto Grau... Uno de nuestros más insignes titiriteros, Francisco Porras, que mantuvo su teatrillo en el Retiro madrileño hasta la extenuación, investigó esta labor creativa, aportando una documentación periodística y fotográfica de la época de gran valor. Y el caso español no es aislado. Otros exponentes señalados de la renovación artística europea de este siglo: Alfred Jarry, Gaston Baty, Becket, Ionesco... se han inspirado en los muñecos para sus planteamientos transformadores del arte escénico.

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